¿Qué pasa cuando un jerezano aventurero, un vasco de txapela y una catalana amante de la gastronomía se juntan?
Pues que se van a celebrar el I «PintxoPote» Ciudad de Jerez.
Para empezar a andar, lo primero que hicimos fue poner un “bote”; es decir, cedimos a nuestro amigo vasco -Valentín- el papel de director financiero, guardando 30 euros de cada uno para que él se encargara de los gastos de nuestra nuestra gastro-ruta. Pero… ¿a quién se le ocurrió toda esta idea? Pues…ni más ni menos que a la desbordante imaginación de David Senda -más conocido por “Pirulo” en sus aventuras de youtube: “El Mundo de Pirulo”.-
Cuando me lo propuso David, me pareció una idea estupenda, por lo que accedí por varios motivos:
1) Porque sólo beberíamos vinos de Jerez, de forma que los daríamos a conocer 2) Nos servía para documentar una ruta magnífica de Tabancos y bares (de obligada visita) de la zona
3) Fusionábamos el Norte y el Sur de una forma fantástica. Nota: Siempre me ha encantado el término de “Gastrodiplomacia”.. y por qué no, estábamos siendo gastrodiplomáticos!
Nuestra primera parada fue en el bar «La Moderna»: una ensaladilla y una copita de fino nos sirvió para abrir boca. A destacar el ambientazo que hay siempre allí, ya sea para desayunar o mediodía. Personalmente, me encantan sus picos de pan que acompañan fantásticamente a sus tapas. No nos complicamos mucho, y el vino elegido fue… Tío Pepe.
La segunda visita fue la del Tabanco «El Pasaje». Nos habíamos entretenido por el camino, por lo que no llegamos a su «flamenquito»; espectáculo diario de las 14:00h que, aunque se llena de extranjeros, mantiene toda su autenticidad y sabor. Allí nos probamos una carne “mechá” y un amontillado de la casa.
Valentín, que destacaba entre nosotros por su txapela, y Pirulo , que daba la tónica con su “modo grabación” hacía que la gente nos preguntara que para qué cadena de televisión era aquello. Poquito a poco, el vino de Jerez nos iba alegrando, aumentado el número de risas entre sorbito y sorbito.
Toda nuestra ruta se podía hacer andando ya que, de un sitio a otro, no tardábamos más de 10 minutos. La siguiente parada no podía ser otra que el Tabanco “Las Banderillas”, con su famoso guiso de Rabo de Toro. Valentín apostaba a que era cola de toro y no rabo, pero Miguel, encantador camarero del Tabanco, nos sacó de dudas… por lo que el rabo de toro… es rabo… ¡sin discusión!
Allí nos dejamos aconsejar sobre qué vino podría acompañar tal manjar, aceptando de buena gana el amontillado sugerido. Como a mí me encanta, me pareció una más que buena idea. Terminando mi último sorbito vi a lo lejos a Valentín con un torito pequeño -que funcionaba a a pilas y del que “salía” una musiquilla de paso doble- y a Pirulo, capote en mano y montera ajustada a su cabeza. En un abrir y cerrar de ojos asistía a una “auténtica” fiesta en la que Pirulo lidiaba como un genuino torero a aquel pequeño muñeco “cornamentado” en un par de lances… ¡Oooooooolé……… Oooooooooolé!
Por el barrio de San Miguel, buscábamos entre risas lugares emblemáticos. Vimos a lo lejos que estaban cerrando el Tabanco de “La Cruz Vieja”. Me adelanté en una carrera para preguntar: “¿Siguen abiertos?”. A lo que me contestó el camarero: “No, estamos cerrando” Como si de un acto reflejo se tratase, giré mi cabeza, viendo cómo las sonrisas de Pirulo y Valentín se borraban de sus caras. Lo tomé como un reto, por lo que volví a insistir: “Pero.. ¿ni para una copita?”; a lo que el muchacho me contestó: “Bueno.. para una copita sí”
Pirulo se echó a reír y nos contagió, entrando los tres cual los tres mosqueteros a la conquista de otra tapa con su correspondiente vino.
Nos decantamos entonces por un guiso de callos, que era el plato del día. Sí, sí: entramos fuertes. Esta vez lo acompañamos de un tinto de la tierra de la casa. Siempre miro con buenos ojos en los bares y restaurantes la oferta fuera de carta y los platos del día. ¡No suelen defraudar!
De vuelta a casa, nos paramos en el bar “El Trastero”. Nunca había entrado, aunque había pasado muchas veces por delante. Se trata de una taberna que tiene maravillosos salazones. Allí nos dejamos mimar. Como conocían mucho a Pirulo , nos empezaron a servir tapas. Primero, una mojama de atún con almendras a la que le siguió, para acabar, una de las exquisiteces que se están poniendo de moda: el corazón del atún, de sabor fuerte y salado. No nos faltaron clases de bulerías de clientes que alargaban la sobremesa. Los tres disfrutamos, del espectáculo, especialmente Valentín.
Cuando ya tocaban trompetas de retirada, nos sacaron una cajita con coloridos pestiños caseros. Nos relataba el dueño, que por estas fechas, es tradición familiar en su casa sentarse a hacer pestiños y amasarlos con todo cariño; lo que servía de excusa para unir a varias generaciones y compartir. Con este toque dulce de cariño y familiaridad, decidimos retirarnos….pero esta vez de verdad.
Haciendo cuentas, vimos que nos sobraron 10 euros a cada uno de aquellos 30 que pusimos. O sea que “nos salió” nuestra gastro- aventura por 20 euros “por barba”.
Nos despedimos con un fuerte abrazo, con promesas de concertar en nuestras agendas el próximo PintxoPote. Y… por qué no… celebrarlo en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz o el Puerto… Porque Cádiz y su provincia es para comérsela!
Inmejorable recuerdo de nuestro I PintxoPote Ciudad de Jerez: Risas, amigos, buen comer y buen beber: ¿Qué más se puede pedir a la vida?