El Sherry tiene una sonoridad diferente. Un susurro para abrir boca, un «shhh..» que te manda callar, para después entrar con su suave “doble r” marcando algo más de carácter, siempre acompañado de un aire elegante (propio del acento inglés). Después de escucharlo, quizás te esperas algo más dulce y sugerente al paladar, algo que incluso te pondrías una gotita detrás de la oreja para perfumar tu cuello (como nos sugirió el gran maestro Alonso Ruiz Olivares de Bodegas Urium, en una de sus maravillosas catas en bodega, con uno de sus vinos reserva más preciados).
Pero es que el vino de Jerez, arrolla nada más empezar y lo deja bien claro con su “J” bien puesta en primera fila. Ahí es cuando me empieza a apetecer un finito bien frío, que refresque esas cuerdas vocales que lo han dado todo, y que volverán a irritarse al pedir un buen Jamón ibérico para acompañar.
Sea como sea, nuestro vino único, triunfa!
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